De la sospecha a la confianza

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Por Marcela Goic, Directora de Factor Crítico.

Vivimos en una sociedad híper informada. El acceso a la información se da ya no solo desde los espacios más tradicionales como las bibliotecas, la televisión, la radio o contextos presenciales como la peluquería o la consulta del doctor, sino sobre todo desde el big bang informativo que ha implicado el acceso masivo a Internet.

Podemos buscar cualquier contenido solo con un computador o un teléfono inteligente, navegar por revistas especializadas, seguir páginas y personas, interactuar, saber en vivo lo que ocurre en el otro lado del mundo. 

Es tal el bombardeo de información desde las empresas, centros de estudio, medios de prensa, instituciones de gobierno, voces de todo tipo, que es frecuente sentirse abrumado y suspicaz ante tantas versiones de la realidad. ¿Qué es lo que realmente me quieren decir? ¿Quién realmente está detrás de todo lo que estoy percibiendo?

Porque la contraparte de la omnipotencia virtual es la desconfianza, la duda, la sospecha. Cada vez confiamos menos en lo que leemos, en lo que buscamos. Cada vez se hace más crítica la coherencia para comprender motivos y aceptar argumentos en las conversaciones e interacciones cotidianas. La información dispersa se vuelve inconsistente y se estrella con el ¿qué me quieren vender? ¿Cómo me quieren adoctrinar? ¿Cuál es el interés de lo que me están diciendo?

Cada día las instituciones, las empresas, acumulan papeles, presentaciones, estrategias de marketing y un sinfín de información que queda olvidada. Todos los días hay que inventar algo nuevo. ¿Cómo me diferencio? ¿Cómo soy distinto al otro?

En esa vorágine, es frecuente que se soslaye el sentido, por obvio o por desconocido, que se privilegien las acciones y se postergue aquello que define tu identidad, el trayecto que como personas o como instituciones hemos recorrido, piedra esencial de lo que nos constituye.

No se trata de poner a circular información; se trata de que el lector sienta que es real, que tiene sentido, que le es útil, que acerca, que da confianza. Ese contenido de calidad, empático, que sabe dialogar con el receptor, es clave para hacer negocios, para difundir ideas, para crear comunidad.

Conocer y definir el relato propio no es ya una opción. Es una necesidad, para posicionarse desde la coherencia, para interactuar con la comunidad, para construir relaciones más estables y transparentes con nuestros grupos de interés, para dar sentido a lo que hacemos, informamos y proyectamos. Es el punto de partida para interactuar desde la confianza, para mostrar la elocuencia de los hechos, para poner sentido y afinación en un concierto de voces que compiten por posicionar su propio repertorio.

Créditos Fotografía: Rodolfo Vargas

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Enzo Abbagliati