Narrar la "permacrisis"
* Por Ximena Jara, socia directora de Factor Crítico. Columna publicada en La Segunda (29 de diciembre 2022)
Recientemente el diccionario Collins eligió el sustantivo permacrisis como una de las 10 palabras del año, aludiendo a la inestabilidad que se vive durante un prolongado lapso de tiempo.
Y aunque la palabra es inglesa, Chile conoce bien la vivencia. Desde el 2019 en adelante, hemos enfrentado altos y bajos políticos, sociales, económicos y epidemiológicos. El 2023 no ha comenzado y ya sabemos que la economía no dará tregua y que estamos al inicio de un nuevo proceso constituyente, todo esto acompasado por una crisis climática en la que ya estamos llegando varias décadas tarde. La normalidad parece a ratos una palabra lejana.
En contextos de inestabilidad sostenida lo que se hace permanente es la incertidumbre y la ansiedad. La encuesta Criteria muestra que tres de cada cuatro personas en Chile creen que la situación económica se mantendrá igual o empeorará. Y solo una de cada diez creen que Chile avanza.
En un período de crisis, en el que además los tipos de amenazas varían desde la enfermedad a la crisis climática, la certeza se vuelve una necesidad subjetiva de primer orden y se busca a cualquier precio. Ese precio pueden ser soluciones desesperadas y, en muchos casos, extremas, desde el levantamiento popular a la reacción conservadora. Mantener el temple, en momentos de inestabilidad, no es fácil. Gobernar la permacrisis tampoco lo es.
Frente a un ambiente crispado, las narrativas de la democracia tienen el desafío de generar certidumbre y de lidiar con emociones exacerbadas desde la empatía, pero también desde la firmeza y el control. Ordenar la política pública en torno a aquello que disminuya la tensión, y que intercepte el instinto de repliegue en lo íntimo de estos momentos (familia y amistades), para volver al campo de lo social y restaurar la confianza interpersonal. Esto parece lógico en el caso de temas como el orden público o las políticas sociales, cuya finalidad propia es disminuir la incertidumbre. Pero además es necesario permear con este propósito de dar certezas otras áreas, como transportes u obras públicas, por ejemplo, que también tienen la capacidad de hacer saber a las personas que la cotidianeidad de su vida funciona con normalidad, que puede proyectarse y entregar certezas desde ese espacio. La permacrisis tiene también consecuencias en cómo narramos las medidas de cultura o de deporte, por ejemplo, pues nos permiten volver a encontrarnos en la experiencia de lo colectivo y enfrentar ese vértigo del otro que da la desconfianza y la sensación de amenaza.
Las narrativas extremas en contextos así pueden encontrar eco más fácilmente, y aunque esa adhesión es volátil, y su alternancia vacía genera desgaste y pesimismo en las sociedades, su peligro es real. Desde la vereda democrática entonces, las implicancias son dobles; las narrativas de la certidumbre pueden validar las formas de acción del gobierno, pero también pueden y deben demostrara la pertinencia de la democracia como el sistema que mejor responde a las implicancias de la permacrisis global.
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