¿De dónde salió y quiénes son La Lista del Pueblo?
* Por Enzo Abbagliati, socio y director ejecutivo de Factor Crítico. Columna publicada en The Clinic.
La pregunta que encabeza estas líneas, que los medios tratan de responder desde el domingo 16 de mayo, cuando con sus 27 constituyentes electos se convirtió en la gran sorpresa de la noche y la tercera fuerza de la Convención Constitucional, tiene una respuesta sencilla. Salió del Chile real (disculpen el cliché), ese que el 18 de octubre de 2019, con más convicción que organización, llenó las calles y que desde el “nos costó encontrarnos, no nos soltemos”, levantó organizaciones vitalmente conectadas con la base social que sustenta, hasta el día de hoy, las motivaciones del estallido social.
La Lista del Pueblo es la primera expresión política -en el sentido más formal- con contornos claros que emerge del octubre chileno. Son personas, con nombre y apellido, que se sentarán en escaños de una institución republicana: la Convención Constitucional. Sus constituyentes, junto a los otros 38 que también son independientes que fueron por fuera de los partidos o ganaron escaños reservados para los pueblos indígenas, representan la impugnación del sistema de partidos que gobernó Chile desde marzo de 1990.
Tratar de entender de dónde salieron y cómo se organizan obliga a evitar de los circuitos del poder de las últimas tres décadas, no porque sean un enemigo implacable, que no se detiene ante nada ni nadie -como ha reiterado el Presidente que declaró estar en guerra-, sino porque son precisamente los marginados por esos circuitos. A punta de ser ignorados, cuando no malinterpretados y frecuentemente ninguneados por la élite, sus medios y sus encuestas, terminaron construyendo un poder que, en un ejercicio de memoria histórica, ocupó la misma estrategia que la oposición a la Dictadura: jugando con las reglas del sistema, en este caso las dictadas por el acuerdo del 15 de noviembre de 2019, desataron un cambio irreversible.
Una aproximación para entender su manera de actuar y organizarse es su despliegue digital. Es en las redes y sistemas de mensajería como WhatsApp o Telegram, donde se detectan algunas características identitarias.
Son un movimiento genuinamente horizontal y con altos grados aparentes de descentralización. No existe un nodo desde el cual emanen definiciones, instrucciones o minutas con “bullet points”. No son un partido político (aunque tienen las firmas para constituir diez, dijo uno de sus voceros) y si bien existen páginas de Facebook, perfiles de Instagram o canales en YouTube o Telegram que actúan como difusores primarios de información y activación, constituyen un ecosistema muy amplio de cuentas que se retroalimentan en forma continua a través del reposteo de contenidos de pares. Son auto comunicación de masas en estado puro, diría el sociólogo Manuel Castells.
Tienen una marcada orientación hacia el activismo digital. Todo contenido busca ser viral. En el fraseo de sus mensajes o en la construcción de sus piezas gráficas y audiovisuales, apelan a la emoción que gatilla la reacción. La narrativa y relato digital viven por y para la causa. Y como buen ejercicio de activismo, explota orgánicamente. Frente a las cuantiosas sumas invertidas en publicidad digital por las candidaturas de los partidos tradicionales, Francisco Caamaño, su primera mayoría con los 26.797 votos que obtuvo en el distrito 14, apenas invirtió $132.656 en anuncios de Facebook durante la campaña. Jaime Coloma Álamos, primera mayoría de Vamos por Chile en el mismo distrito con 19.009 votos y que no resultó electo por la regla de paridad, invirtió $2.285.579.
Ignorados por los grandes medios, ellos marginan estratégicamente la única red que los medios ven: Twitter. Vuelan bajo el radar de la élite, privilegiando Facebook, Instagram y YouTube. En las antípodas, Franco Parisi ocupó la misma fórmula para sorprender a todos y aparecer marcando en la encuesta Criteria de noviembre de 2019, un mes después del estallido. Caamaño no tiene, al parecer, cuenta de Twitter. No la necesitó y, quizás, no le interesa.
Frente al desinformativo encuadre noticioso del proceso constituyente que la élite instaló (el #Rechazo tiene más adhesión de lo que la calle dice; la Mixta da la pelea; el tercio para bloquear los cambios está asegurado; los independientes serán un saludo a la bandera), los liderazgos y organizaciones detrás de la Lista del Apruebo han sido uno de los motores “silenciosos” para entre el 25 de octubre de 2020 y el 16 de mayo de 2021 recordarnos dos veces en las urnas que el 18 de octubre de 2019 no solo no está olvidado, sino que estará en el centro del debate de la futura constitución. Haríamos bien en aprender a escuchar a esa otredad que ha triunfado.