La decencia como capital político
* Por Ximena Jara, socia de Factor Crítico. Columna publicada en La Segunda (10 de noviembre 2020)
Luego de días que parecieron un mes, acusaciones presidenciales de fraude que los medios no transmitían y Twitter objetaba, Joe Biden pudo celebrar su estrecha victoria sobre Donald Trump.
En contraste con el tono confrontacional de Trump, se eligió un tono de unidad que, en la explanada de la descalificación, pudo erigirse con visibilidad y trascendencia. Los discursos de la vicepresidenta electa, Kamala Harris, y el presidente electo, Joe Biden, se articularon en torno a una misma lógica: la de la sanación.
Recuperar el alma de una nación dividida, polarizada, en duelo y herida, es el propósito que manifestaron, el relato que se dieron. Harris, en su discurso, describe a Biden como un sanador. Biden, minutos después, anuncia: “es el momento de sanar”.
Y si la sanación es el proceso, los instrumentos de este propósito serían la esperanza, la unidad, la decencia, la ciencia y la verdad. La elección de estos términos resulta clave. Que la decencia, la ciencia y la verdad estén en la primera línea de la promesa no es casual. Ni siquiera es aislado. Frente al descrédito de la política y la irrupción de la posverdad, con falsedades difundiéndose a toda velocidad por whatsapp y redes sociales, este enunciado busca dar testimonio de juego limpio y de espíritu democrático.
Kamala Harris agrega otro elemento a la reflexión: los riesgos de dar por sentada la democracia y de no cuidarla, permitiendo el triunfo de la intolerancia y el separatismo. Una puesta en escena discursiva épica, que busca restablecer esperanzas y que ignora a Trump y sus ataques, desechando todo encuadre de confrontación.
Una lógica que, semanas antes, también reivindicó y encarnó la aplaudida Jacinda Ardern, primera ministra neozelandesa, en su propio discurso de victoria, tras su reeleción. Una reelección marcada por el eslogan “be strong, be kind” (sé fuerte, sé amable), y que enarbola el diálogo como remedio contra la confrontación. “Vivimos en un mundo crecientemente polarizado, un lugar donde más y más gente ha perdido la habilidad de ver el punto de vista del otro”, dijo, y reafirmó que “las elecciones son siempre lo mejor para unir a la gente, pero no tienen por qué dividirnos”.
Mucho se habla de sociedades polarizadas y de los motivos de esa polarización. Poco se aborda, sin embargo, lo determinante que resulta el encuadre que las autoridades usen, apelar a la unidad no como palabra vacía, sino como testimonio. Asumir lo que divide a la sociedad sin reducir la rabia o la necesidad a falta de patriotismo. Muy a menudo es el discurso incriminador el que hace aparecer como polarizadas a sociedades heridas y desiguales que solo buscan unidad para sanar y decencia para refundar su fe en las instituciones.